domingo, septiembre 11, 2005

CRECE APOYO PARA ZONA FRANCA CULTURAL PARA VALPARAÍSO.



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UN BUEN PROYECTO PARA DARLE CONTENIDO Y DINAMISMO AL VALPARAÍSO PATRIMONIAL ES LA INSTALACIÓN EN LA COMUNA DE UNA ZONA FRANCA CULTURAL. LA IDEA PRESENTADA EN ABRIL DE ESTE AÑO, COMIENZA A SER ACOGIDA Y LA DIPUTADA LAURA SOTO PARECE HABERLA INCORPORADO A SU PROPUESTA.

COMO EL FORO VALPARAÍSO POSIBLE ES UN MOVIMIENTO CIUDADANO QUE BUSCA EL PROGRESO DE LA CIUDAD, POR ENCIMA DE TIENDAS PARTIDARIAS DE QUIENES LO INTEGRAN, SE AGRADECE A LAS PERSONAS QUE QUIERAN SUMARSE A ESTA INICIATIVA Y HACE VOTOS PARA QUE LA IDEA PRENDA Y NO SE CONVIERTA EN UN VOLADOR DE LUCES EN MEDIO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL.

A continuación publicamos el texto de la propuesta y el contrapunto que en su oportunidad mantuvimos con Hernán Montecinos, también hombre de la cultura local, quien se opuso a la iniciativa. El debate se publicó en el Gran Valparaíso.

Zona Franca Cultural para Valparaíso

Hernán Narbona Véliz

escritorhnv@gmail.com

09 abr. 05

Hace quince años atrás, en 1990, los poetas, artistas e intelectuales nos tomábamos un respiro, preparándonos para disfrutar los nuevos aires libertarios. No nos dimos cuenta a tiempo que ya los burócratas se habían instalado y ocupaban los espacios de la cultura con la mayor soltura de cuerpo.

Los recitales que durante los ochenta habían sido excusa para abrir caminos a la redemocratización, desde entonces fueron administrados por funcionarios designados por los caudillos locales. De allí en más, esos relacionadores públicos sólo pedían silencio, no hacer olas. Los poetas que se reunían cada domingo en el paseo Rubén Darío, fueron reemplazados por bufones rentados y lo fatuo comenzó a inundar la sociedad chilena. El apagón cultural comenzó paradójicamente con la democracia.

Encontré entre mis papeles viejos la convocatoria al encuentro Paz, Poesía y Democracia, realizado en 1988, que organicé a nivel binacional chileno argentino, con Jorge González Moya, Jorge Negrete, León Santoro, en donde nos reunimos, entre muchos otros, Eduardo Correa, Edgardo Dinamarca, Fanny Jiménez, Alejandro Gallo, Luis Triviño, Fernando Gazmuri, Magdiel Gutiérrez, Sergio Madrid, Pedro Mardones, Enrique Moro, Marcelo Novoa, Alejandro Pérez, Virgilio Rodríguez, Emilio Rojas.

El epígrafe de ese histórico encuentro señalaba:

“Es tiempo…. de soñar y crear con alegría, de plasmar la esperanza en el proyecto, de protagonizar, por fin, nuestro futuro, de rescatar nuevo espacio para América, de asumir unidos la construcción de la paz.”

Creo que desencantados de los escasos espacios que abrió el advenimiento de la democracia representativa, los creadores de la zona se dispersaron, algunos, los menos, se colocaron al alero de caciques locales, pero la mayoría se replegó a sus propias catacumbas y se convirtieron en nómades declamadores de su poesía.

Estamos en vísperas de una nueva elección presidencial y si todas las tendencias se ratifican en las urnas, tendremos una mujer como Presidente de la República. En este período en que supuestamente los candidatos preparan sus planes de gobierno, invitando a la ciudadanía a hacer saber sus expectativas, quiero dejar en el tapete una idea que por décadas ha sido atesorada por el mundo de la cultura.

Considero que existen condiciones excepcionales para que una medida de este tipo tenga viabilidad en el Congreso. Chile está prepagando su deuda externa, tiene un superávit fiscal ejemplar, por lo tanto no afectaría mayormente a las arcas fiscales una exención de impuestos al Valor Agregado y a la Renta de aquellas actividades que estén ligadas a la cultura. Se suma como argumento para hacer oportuna la propuesta, el hecho de nominación de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad, en donde el gobierno ha domiciliado el Ministerio de la Cultura.

¿Qué mejor oportunidad podría haber para solicitar al gobierno un categórico respaldo a las actividades creativas que se radiquen en esta plataforma hacia el Pacífico?

La idea es que el próximo gobierno instale en Valparaíso una Zona Franca Cultural, que signifique que estén libres de impuestos directos e indirectos las firmas editoriales, las galerías de arte, las salas teatrales, los establecimientos que se instalen para eventos culturales, las bibliotecas y círculos de lectores, los estudios cinematográficos, las casas de la cultura y las organizaciones de turismo cultural.

Esto significaría dar a la ciudad de Valparaíso un sello diferenciado desde el punto de vista tributario, que permitiría atraer a esta ciudad inversiones de carácter cultural de todo tipo, con un efecto multiplicador de amplia proyección.

Pensemos solamente en lo que le está significando a la ciudad su connotación como ciudad universitaria. Cada semestre llegan en programas de intercambio alrededor de mil estudiantes extranjeros, que dejan aproximadamente un ingreso de 2000 dólares por semestre cada uno, lo que significa que el hospedaje de estudiantes extranjeros le deja a la ciudad, por parte baja unos 4 millones de dólares al año. Si esta tendencia se refuerza con la radicación de empresas ligadas a lo cultural en los distintos cerros de la ciudad, cada barrio, cada unidad vecinal, podría rescatar su propia identidad histórica y organizarse para recibir un turismo cultural y académico permanente, con un impacto social espectacular.

Si Valparaíso fuese sacado a flote a través de una Zona Franca Cultural, el país ganaría porque bajaría realmente el desempleo, generándose una industria cultural de bases comunitarias que se sustentaría en el fortalecimiento del patrimonio humano de cada sector. Miles de contrapartes, ONGs, Universidades, Casas de la Cultura, Centros Literarios, Editoriales, querrían radicarse en Valparaíso para aprovechar un paraíso fiscal para estos rubros, potenciándose efectivamente Valparaíso como polo de atracción mundial.

Es un sueño viable. Las condiciones están dadas. Las organizaciones sociales como el Foro Valparaíso Posible, Valparaíso Nuestro o Ciudadanos por Valparaíso, estarían seguramente, respaldando y dándole contenido a una iniciativa de este tipo. El Municipio porteño, su nuevo Alcalde y Concejo Municipal podrían hacer suya la idea y plantearla como un petitorio de la ciudad, en un pleno consenso de la comunidad y las autoridades locales.

Como hace más de 16 años atrás, nos sentábamos todos juntos a hacer poesía, a soñar con la libertad, hoy lo hacemos pensando en el progreso local, proponiendo una herramienta fiscal que dinamice tanta riqueza creativa dispersa en nuestra comunidad. Proponiendo algo que no tendría grandes costos para un nuevo gobierno: una Zona Franca Cultural para Valparaíso, que significaría proyectar al mundo una invitación sólida y atractiva, extendida a todo tipo de organizaciones culturales, para que se instalen a trabajar desde Valparaíso para todo Chile y los países vecinos.

Oposición a una Zona Franca Cultural
Hernán Montecinos, hernancho210@hotmail.com

El Instituto de Ciencia, Arte y Literatura, ICAL Valparaíso, se encuentra comprometido en este mismo empeño.Como se sabe, hasta la fecha ICAL ha podido mantener cuatro años consecutivos de ciclos de cine alternativo, los que se han desarrollado en la biblioteca Santiago Severín. Comprometidos en la organización del mismo han participado como auspiciador, la universidad ARCIS de Valparaíso, y como colaboradores la Coordinadora de derechos humanos de la V región, y por supuesto, la misma biblioteca Severín.

Estamos en pleno desarrollo de nuestro 7º Ciclo de cine alternativo, en su versión cine internacional, y tememos que éste pueda ser el último. Ello se debe a que recientemente se ha instalado en nuestro país una multinacional, Motion Picture Leassing Corporation (MPLC), que está haciendo efectivo el cobro de derechos de aquellos filmes que se exhiban en lugares públicos y que se encuentren disponibles en formatos VHS o DVD.

Ahora bien, queremos dejar en claro que no estamos en contra de los derechos intelectuales que le correspondan a creadores y productoras que se dedican al rubro de la cinematografía. Sin embargo, somos de la opinión que la ley respectiva sobre la materia debe flexibilizarse para aquellos casos en que se encuentren claramente comprometidos fines culturales y educativos y no comerciales. Es por ello que la idea de creación de una "zona franca" cultural para el puerto de Valparaíso, si bien la apoyamos, pensamos que es mezquina, toda vez que no podemos dejar de lado las actividades culturales y educativas realizadas por otras organizaciones congéneres en Chillán, Puerto Montt o en los pueblitos de Rucapequén, Huara, etc.

En tal sentido, debemos luchar por la flexibilización de la ley de propiedad intelectual en general, que actualmente nos rige, entendiendo que la cultura y la educación es un derecho inalienable de todos los habitantes de nuestro país y del mundo. La creación de zonas francas culturales, si bien es cierto, es loable y nos favorecería, creo que es mezquina y en sus efectos prácticos representaría un "irritante privilegio" ante el resto de las regiones.

De todas maneras la idea no deja de ser interesante, porque a partir de la inquietud y preocupación que deja ver el articulista por todo aquello relacionado con la cultura, surge la necesidad de realizar un mancomunado esfuerzo de acción conjunta, y para ello los entes culturales comprometidos debemos sentarnos en una mesa para acordar estrategias que nos hagan tener una posición común ante las autoridades.

Debemos tener presente que a todos los entes culturales, ya sea aquí o en la quebrada del ají, cada vez se nos hace más difícil recorrer el camino para lograr nuestros fines. En tal sentido, la lucha que tenemos que emprender tiene que asumir aquella realidad que nos dice que Chile, nuestro país, está lleno de contradicciones y se están sucediendo cosas muy raras.

En efecto, una paulatina y permanente desnacionalización está afectando el alma de nuestro país. No sólo las empresas multinacionales se están llevando lo mejor de nuestras riquezas minerales, también nuestros servicios básicos: agua, luz y teléfonos y, ahora último, también avenidas y calles.

Lo lamentable de todo, es que esta paulatina desnacionalización se está produciendo además en el campo de la cultura, ahora con la aparición en el escenario de una multinacional extranjera (para el caso del cine) que nos impone lo que debemos ver y lo que no debemos ver (claro está, a menos que se pague por ello).

Como ya lo dije en una nota anterior, si seguimos por este camino, de seguro algún día los fieles y devotos tendrán que pagar por entrar a rezar a las iglesias, y a los que se les quemen sus casas, en el marco de las cenizas que le queden, tendrán que pagar por el servicio que le prestaron los bomberos.

¡Chile mío!... ¡Chile de todos!...¿Qué te está pasando?¿Quo Vadis Chile?

Más razones para una Zona Franca Cultural para Valparaíso

Hernán Narbona Véliz

escritorhnv@gmail.com

18/04/05

Quiero contestar en estas líneas a los argumentos en contra de la iniciativa de Zona Franca Cultural para Valparaíso, esgrimidos por Hernán Montecinos, quien es el encargado de Cultura de la fundación ICAL, Instituto de Ciencias, Artes y Literatura Alejandro Lipschütz, y columnista del Gran Valparaíso.

Señala en lo medular mi colega que una zona Franca Cultural en Valparaíso sería “discriminatoria para las demás regiones”. Pienso que esto es consecuencia de una visión teórica que siempre se esgrimió por parte de economistas liberales que rechazaban las acciones del Estado porque “distorsionarían el mercado”. Sin embargo, las franquicias o regímenes especiales han existido precisamente como un elemento corrector de inequidades estructurales.

En el caso de Valparaíso, el asunto no es que estemos en competencia con los agentes culturales de Concepción o de La Serena. Nuestro problema es Santiago. Es la realidad de vivir en su periferia y tener que soportar una fuerza absorbente que se va quedando con las mejores acciones o iniciativas de esta provincia. El argumento de Hernán sería válido en el pizarrón, si se tratase de comparar las potencialidades de comunidades equiparadas. Pero no, es Santiago, la capital, nuestra vecindad inmediata y esta cercanía que nos afecta, no la sufren las regiones alejadas, que pueden en efecto, lograr más autonomía y sustentabilidad para captar inversiones.

Mi idea es colocar una señal de diferenciación económica que motive a los proyectos culturales a radicarse en Valparaíso, establecerse en esta ciudad sus oficinas principales y desde aquí desarrollar sus actividades. La propuesta señala eximir de impuestos directos e indirectos, no así del pago de patentes y tasas de servicios.

Por otra parte, la propuesta de una Zona Franca Cultural se condice con el perfil de ciudad universitaria y cultural que se ha venido dando a Valparaíso. Veinte años atrás, cuando había industrias, pudimos pensar en parques industriales. La gran mayoría de esas empresas migró a la capital. Lo que se busca ahora es fortalecer con una señal tributaria atractiva este camino estratégico que le queda a la ciudad para proyectarse en el largo plazo.

Las Zonas Francas en Chile se justificaron precisamente por la necesidad de dotar a las regiones extremas, del norte y del sur, de un incentivo para radicar población y generar un polo comercial o industrial, corrigiendo así una desventaja estructural. Recientemente, la Zona Franca de Punta Arenas extendió su Zona Franca de Extensión para incluir localidades como Puerto Chacabuco y Coyhaique.

Quienes hemos hecho cultura por cuarenta años en esta ciudad sabemos que Valparaíso es mucho más que una plataforma de bohemia y carrete. El patrimonio humano que cobija representa un elevado potencial creativo. Los protagonistas serán siempre los creadores, los intelectuales, los artistas, los poetas y escritores. Pero, desde las políticas públicas es justo y necesario aplicar medidas que rompan con la tendencia a la depresión que ha vivido la ciudad por décadas.

Una Zona Franca Cultural en la ciudad revitalizaría la acción de una ciudad que busca recomponerse moralmente. Sería una señal concreta, práctica, legítima, para enmendar los índices de desempleo que sufre la ciudad. De generar miles de proyectos que generen un dinamismo turístico-cultural que rompa las fuerzas centrípetas de la capital. No le estaríamos haciendo daño a la cultura nacional, sino un gran favor. Pues, daríamos oportunidad a emprendedores del ámbito cultural, llámese editoriales, estudios de cinematografía, grupos teatrales, a contar con una alternativa diferente a lo que ofrece Santiago, con posibilidades de radicarse con una franquicia tributaria, trabajando y viviendo a escala humana y en un ideal anfiteatro natural.

Lástima que en este derrotero paralelo de columnistas y creadores que hemos desarrollado, más allá de que seamos Nancho 1 y Nancho 2, no hayamos coincidido hasta la fecha con mi colega columnista, en un foro abierto y en un cruce de ideas y poesía. Pero dejo tirado el guante, por qué no al alero del Gran Valparaíso, para que debatamos nuestras posiciones de cara a la comunidad porteña.

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