EL MERCURIO
Domingo 22 de abril de 2007
Sobre el desastre en calle Serrano:
Valparaíso en el corazón
Se cree que el incendio tuvo su origen en la descoordinada e insupervisada instalación de servicios de gas, agua y electricidad bajo las calles. Ejemplos hay.
SEBASTIÁN GRAY
Las desventuras del plan Transantiago relegaron al olvido mediático el desastre de calle Serrano, en Valparaíso, ocurrido el tres de febrero. La gigantesca explosión de gas y su posterior incendio cobró cuatro vidas, arruinó a decenas de residentes y antiguos comerciantes, destruyó cinco edificios, dejó otros 31 con graves daños; casi todos ellos considerados patrimonio arquitectónico y, en todo caso, constituyendo en su conjunto un área de riquísimo valor urbano y cultural, precisamente los atributos por los que Valparaíso mereció el título de "Patrimonio de la Humanidad" por parte de Unesco.
El desastre de calle Serrano ha dejado en evidencia no sólo el estado precario de estos vetustos edificios y la miseria de sus habitantes, sino también la manera irresponsable de construir y mantener la ciudad: hoy se sospecha que el incendio tuvo su origen en la descoordinada e insupervisada instalación de servicios de gas, agua y electricidad bajo las calles.
Explicaciones
Si el sector público tiene explicaciones que dar, el sector privado ni siquiera cree que haya nada que explicar. Sustentados en una filosofía falaz de desarrollo urbano a través del negocio irrestricto, sin importar sus consecuencias urbanísticas, las iniciativas privadas en Valparaíso pueden hacer tanto daño como una explosión atómica. En plena Plaza de La Matriz, uno de los lugares indudablemente más significativos de la ciudad, se acaba de construir un supermercado, a pesar de las enérgicas protestas de diversas organizaciones comunitarias. Las protestas no sólo intentaban evitar la demolición de un número de inmuebles que, sin ser extraordinarios, constituían en su conjunto un paisaje histórico, sino que exigían proteger al pequeño comercio del barrio, cuyas actividades también constituyen patrimonio en el sentido de una cultura y una tradición, lo cual está condenado a desaparecer frente a un moderno supermercado. El nuevo edificio, con su fachada de pacotilla, es un insulto a la inteligencia: representa en su forma y en su concepto las iniciativas que terminarán con el Valparaíso que queríamos conservar. En el otro extremo de la ciudad, por otra parte, se acaba de inaugurar un centro comercial, proyecto odioso en su descomunal escala, en la insensata demolición de los históricos gasómetros que ahí se encontraban y que pudieron ser aprovechados como atractivo urbano, en su gigantesco techo-estacionamiento visible desde los cerros, en su pésima relación con la vereda, liquidando la vida de calle y haciéndole además un flaco favor a la universidad vecina.
Un ejemplo elocuente del conflicto entre órganos públicos de planificación e intereses privados está en la compleja iniciativa para el borde costero de Valparaíso, proyecto Bicentenario que se viene gestando desde hace años, y que considera la conversión de los terrenos portuarios y del ferrocarril -hasta ahora una barrera infranqueable entra la ciudad y el bordemar- en zonas de desarrollo inmobiliario, turístico y comercial con espacio público. El proyecto, ya adjudicado a un importante grupo económico tras una licitación, se encuentra detenido principalmente porque los inversionistas esperan lograr modificaciones sustanciales a la norma establecida y bajo la cual habían presentado su propuesta, de manera de construir en mayor altura y densidad. Se suma a esto las innumerables observaciones sin respuesta hechas al proyecto por organizaciones comunitarias, en el sentido de proteger las estructuras patrimoniales existentes en el borde costero, de garantizar la calidad, extensión y condición pública de los espacios abiertos, de incorporar participación ciudadana en el concepto del proyecto, de procurar todos los estudios pertinentes de impacto ambiental, social y cultural para una transformación de tal magnitud.
Visión de historia
Lo que los porteños reclaman hoy es hacer las cosas no sólo con visión de futuro, que a veces puede ser sesgada y destructiva, sino con visión de Historia, construyendo desde aquello que ya existe, virtudes y maravillas forjadas con el tiempo, tesoros tanto físicos como imaginarios que nos colman de emociones y orgullo, y que debemos preservar. A ver si estamos a la altura del desafío; mal que mal en materias de renovación urbana y conservación patrimonial, Valparaíso señala el camino al resto de Chile.
Movimiento de convergencia ciudadana en defensa de la cultura y la identidad de los espacios locales.
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